ARTICULOS DE INTERES


¿PARA QUÉ EDUCAR EN VALORES?


¿Qué son los valores?




La persona como sujeto histórico – social hace valoraciones y al hacerlo crea los valores, y los bienes en los que aquellos se representan. Es decir, los valores son construcciones que subsisten y se realizan en el ser humano, por y para éste. En consecuencia, las cosas naturales o creadas por elsujeto, sólo adquieren un valor al establecerse la relación entre aquellas y éste, quien las integra a su mundo como cosas humanizadas. Al referirse a los valores, Izquierdo C (2003) reconoce que “el sujeto valora las cosas, y el objeto ofrece un fundamento para ser valorado y apreciado” (Pág. 13). Ello determina, según Moleiro, M (2001) que: Las cosas no son valiosas por sí mismas, sino que tienen el valor que nosotros les damos y, por eso cada persona tiene su propia escala de valores.
Asimismo, especifica, que no todos nos comportamos igual ante las vivencias y los problemas de la vida; según los valores a los que les damos prioridad, le damos sentido a lo que hacemos (Pág.10).



Se reconoce así, que los valores son cualidades peculiares, que poseen ciertas cosas llamadas bienes, y se originan en la relación que se establece, entre el sujeto valorante y el objeto valorado. Sin embargo, es necesario reconocer la existencia de valores con respecto a los actos representativos de la conducta humana, esencialmente de la conducta moral. Todo acto humano implica la necesidad de elegir entre varios actos posibles, por ende, hay selección, pues preferimos uno a otro acto, el cual se nos presenta como un comportamiento más elevado moralmente. Según Zambrano de Guerrero, A (2003): 
La persona expresa su elegibilidad, mediante la captación de realidades éticas percibidas del mundo exterior, a través de los sentidos genuinamente selectivos, que siempre la realiza dediversos estímulos, aceptando sólo aquellos, vinculados con los esquemas sensorio- motrices y los esquemas noéticos que el ser humano ha construido o está en vías de construcción (Pág.150).

Por consiguiente, la valoración moral se nos presenta como un requisito esencial para conferirle valor moral a los actos o productos humanos. Sólo lo que tiene significación humana puede ser valorado moralmente. Esto permite al  sujeto valorante asumir una actitud aprobatoria o de rechazo a un acto u otro y lo hace como ser, que pertenece a un grupo social y está inmerso en un contexto histórico- social determinado.

A su vez, la valoración favorece la creación de valores que actúan como directrices para la conducta humana, pues son los que dan sentido y finalidad a la persona tanto individual como social. Al respecto, Izquierdo C (2003) expresa que los valores son “los ejes fundamentales por los que se orienta la vida humana y constituyen a su vez, la clave del comportamiento de las personas” (Pág. 14). El autor admite que, los valores “dinamizan nuestra acción y nuestra vida; dignifican y ennoblecen a la persona e incluso a
la misma sociedad” (Pág. 13). Esto reafirma la idea de que en la perspectiva de toda conducta
humana, subyacen los valores, los cuales dirigen y dan sentido al proceder individual y social de cada persona.


¿DÓNDE APRENDEMOS LOS VALORES?




El ser humano es una subjetividad entretejida de socialidad, pues vive condicionado por la cultura que asimila a través del proceso socializador de los grupos a los cuales pertenece. Dicho proceso favorece el aprendizaje de valores, actitudes, creencias, hábitos necesarios en la persona para participar eficazmente como miembro: individual y/o grupal.

El aprendizaje de los valores se alcanza en la vida de relación con los demás; de esta manera, las relaciones interpersonales se convierten en la plataforma del proceso de formación de los mismos, por medio de las interacciones que se crean con personas significativas, es decir, aquellas que dejan improntas importantes en la personalidad de sus alteregos.

La vida de relación con los demás surge originalmente en el grupo familiar y se amplia progresivamente con los demás grupos estructurantes de la sociedad. Moleiro, M (2001) identifica al menos cuatro colectivos que tienen gran influencia en la formación de nuestros valores: “la familia, la escuela, los medios de comunicación y el grupo de los iguales que varían según la edad” (Pág. 12). Los valores son parte del acervo cultural de nuestros mayores. Es la verdadera herencia que nos legaron nuestros:
padres, maestros, o quienes ejercieron un rol significativo en nuestras vidas.



LA EDUCACIÓN COMO MEDIO PARA LA DIFUSIÓN DE LOS VALORES.





Desde la concepción hasta su muerte el ser humano vive una constante correspondencia con su ambiente, mediante una interacción de influencia mutua. Tal interacción se produce en su relación con el cosmos, la naturaleza y con la sociedad de la cual forma parte. De ésta, la persona recibe las normas y los valores sociales; los asimila de acuerdo con sus inclinaciones y los utiliza para enriquecer y/o modificar su propio
comportamiento, de acuerdo a sus principios personales.

Todo ello se enmarca en lo que se conoce como educación. Este concepto que puede catalogarse
como sinónimo de influencia, se da en forma asistemática en la familia, y grupos sociales a los que pertenece el viviente humano; pero también puede darse en forma organizada, sistemática e institucionalizada, según planes previamente establecidos. Ambas significan la preparación de la persona para la vida y por la vida.

La familia como grupo primigenio de la sociedad, juega un papel determinante en el proceso de formación de valores. Allí se gestan valores tales como: la colaboración, el compartir, la solidaridad, entre otros. De ahí la razón, por la que Moleiro, M (2001) señala que la familia es la “primera escuela de valores donde se forman los primeros hábitos”. A su vez, la autora especifica que la escuela es “un medio de formación de valores, es el lugar donde el educador debe mantener una actitud transmisora de valores, siendo lo más importante el ejemplo coherente entre lo que el docente dice y lo que hace” (Pág. 12). Esta sinergia entre el decir y el hacer honesto del educador, en cualquier escenario, es lo que lo dignifica ante los alumnos y lo convierte para ellos, en una persona creíble y “significativa” López, M (2001) refiere que la educación implica un proceso de relación en el que los seres humanos nacidos los unos para los otros, los eduquemos con y para los demás. Al establecer la relación con el otro, lo vemos como un ello hacia el progresivo desarrollo de un sentido humano y humanizante de interacciones; en las que vemos al otro como un tú, como un sujeto con la misma dignidad que nosotros. Asimismo, reconoce que la educación es un proceso por el cual se pasa progresivamente del yo – ello al yo – tú. Allí se resignifican los unos para los otros, desde el
sentido egoísta de ver a los otros como seres para mí, al sentido liberador de transformarme a mí como un ser con y para los demás. Esta última idea puede considerarse como una vía pertinente para humanizarnos más como vivientes humanos, en aras de una humanidad más solidaria. Juárez, J y Moreno, A (2000) expresan que:
La educación es dinámica con tendencia a nuevos procesos educativos cada cierto tiempo; por lo que adquiere diversos matices a partir de la realidad del momento, que hacen de ella un proceso renovado es decir, regenera su estructura interna cuyo fundamento son los valores (Pág. 4). A partir de lo expresado por los autores mencionados, coincidimos en reforzar la idea de la inexistencia de una educación ajena a los valores. Toda educación es formación en valores, pues los mismos son las directrices del mundo humano, y donde el proceso educativo es el eje central para el aprendizaje de los mismos. Garza, J y Patiño, S (2000) al referirse a la educación especifican que en esta época existen algunas tendencias de cambio como son: “De formar individualmente a educar para lo social y de desarrollar sólo la inteligencia a formar un ser integral” (Pág. 30). Asimismo mencionan, que a partir de estas tendencias resulta explicable la importancia, que actualmente tiene la educación en valores, educación que trata de dar una respuesta diferente a la dada por la educación tradicional en la que sólo importa la acumulación de conocimientos en detrimento de la formación holística del ser humano, que lo percibe como un ente afectivo, social y espiritual.

Las aseveraciones precedentes permiten señalar que nuestro perfil como educadores exige considerar al estudiante como un ser biopsicosocial, poseedor de características individuales, con su propia escala de valores a la que hay que respetar y esto exige que el docente posea conocimiento de sí mismo y de los otros para poder establecer una relación humanizante en el ámbito de la enseñanza formativa, como parte integrante del complejo proceso de socialización por el que niños, jóvenes y adultos se integran en la sociedad para ocupar su sitial en ella . Además, el ser humano vive en constante relación con el medio ambiente, en el que están incluidas otras personas de diferentes características, lo cual le exige un proceso de adaptación e implica que sea capaz de asumir una actitud ponderada y ética ante situaciones presentes en el medio externo, los cuales debe ir solucionando interpersonalmente para la convivencia con su medio social, supeditado siempre al respeto de: reglas, normas, derechos y deberes establecidos por la sociedad, y que deben ser cumplidas por el hombre.

Sin embargo, la realidad es otra, cuando vemos como día a día existe el alarmante deterioro del medio ambiente por la mano del hombre, la violencia social está a la orden del día lo que involucra la violación de los derechos humanos, a la propiedad, la ausencia de justicia social, el consumismo exagerado, hambre,
guerras, el consumo de sustancias nocivas para la salud, entre otros problemas. Ante este escenario desolador, el sistema educativo no debe ni puede permanecer ajeno a esta situación y se hace imperante el fortalecimiento de la educación en valores.

Pero…. ¿CÓMO EDUCAR EN VALORES?



Vivimos en una época sedienta de paz, compromiso, convivencia social, igualdad social y donde a diario escuchamos decir que hay crisis social, crisis de valores. Ante esta contingencia, la educación es el protagonista central para formar en todos los ámbitos y niveles educativos sobre: educación en valores, formación personal, formación ética y otros temas vinculantes.

Pero realmente, ¿De qué hablamos cuando decimos educación en valores? Al respecto,Garza, J y Patiño, S (2000) al definir la educación en valores lo hace como “un replanteamiento cuya finalidad esencial es humanizar la educación” (Pág. 25). Los mismos enfatizan que “una educación en valores es necesaria para ayudarnos a ser mejores personas en lo individual y mejores integrantes en los espacios sociales en los que nos desarrollamos” (Pág. 25).

Por su parte, Juárez, J y Moreno, M (2000) al referirse a la educación en valores indican que “las cosas pasan pero queda el valor de lo que  esas cosas fueron, y es en ese momento cuando el valor comienza a tener sentido en la persona”.

Asimismo agregan que “todo va cambiando continuamente y lo que ha permanecido en la historia es la valoración dada a las cosas” (Pág. 42). También especifican que “educar se convierte en una realización constante de valores, transmitiéndolos, ponderándolos y cultivándolos, como una forma de internalizarlos y la mejor manera de evaluar la internalización de un valor es a través de la actitud ejemplificante del individuo” (Pág. 43).

Los autores mencionados, manifiestan que se puede abordar la formación en valores basados en cuatro aspectos fundamentales: “la persona, las relaciones humanas, la realidad y la espiritualidad” (Pág. 47), en la que la educación en valores juega un papel decisivo. En razón de lo cual se concluye que el rol del educador es conducir al aprendiz a desarrollar sus potencialidades bajo una dimensión moral y ética, en el marco de su
realidad social y ayudarlo a interpretarla para que asuma la responsabilidad de sus actos y participe activamente en su vida comunitaria.

Por otra parte, el derecho a la educación establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999) en su articulo 102 especifica: “La educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y obligatoria” (Pág. 35). Por lo antes expuesto, los autores del presente artículo aportan algunas ideas que puedan orientar hacia como educar en valores:

 A través de experiencias, vivencias de la realidad de parte de alumnos y docentes, de tal manera, que se compartan intereses comunes para así descubrir más fácilmente los valores que se poseen.

 Humanizando la educación para lograr el crecimiento interior del estudiante, para lo cual la participación de la familia en el proceso educativo es fundamental.

 Promoviendo en cada persona la capacidad de reflexionar, que le permita asumir sus propios valores como guía de conducta.

 Fomentando la convivencia social a través de actividades extracurriculares entre alumnos y docentes desde la educación primaria. Inculcándolos y creando estrategias para su reflexión en todos los niveles educativos desde el preescolar.

 Incentivando a los estudiantes en la búsqueda y encuentro dentro de su ser las potencialidades que posee y que le van a permitir su desarrollo integral.

 Incorporando a la familia y comunidades en la difusión y fortalecimiento de los valores dentro de las áreas educativas.

 Incorporando a las universidades a través de la extensión y servicio para difundir los valores en las escuelas y liceos.

 A través del modelaje que tenga el docente no sólo en las aulas de clase sino fuera de ella.

¿PARA QUÉ EDUCAR EN VALORES?

La educación en valores debe ser en forma continua y permanente con la responsabilidad de todos y cada uno de los miembros de la comunidad educativa Esto ayuda a la formación integral del estudiante, quien requiere no sólo la adquisición del conocimiento científico, sino también el aprendizaje de patrones culturales
impregnados de valores, que lo ayuden a ser una persona útil para sí misma y para los demás.

En consecuencia, la visión y la acción de la educación en valores, favorece que sean mejores los actos de los sujetos educativos, modelos para otros, portadores de cultura para un mundo mejor. Traspasando las fronteras conceptuales, se llegaría a proponer dimensiones de cambio, en un plan optimista, futurista y dinámico. Es necesario que la educación inspire y fundamente la transmisión de la cultura con una cosmovisión centrada en los valores, y esta cosmovisión es la que debe unificar las mentalidades científicas, técnicas y humanísticas pertenecientes a un establecimiento educativo. Asimismo, la educación debe llevar
a poner en su justo reconocimiento lo: positivo, bello, afectivo, solidario, honesto, verdadero, que trascienda en el tiempo y el espacio; el rescate y el fortalecimiento de los valores para la convivencia humana, dentro y fuera de las comunidades educativas. En tal sentido, Garza J y Patiño, S (2000) refieren que:
La escuela y sus aulas se convierten en una excelente oportunidad de educar para la paz, al enseñar y promover los valores que fortalecen el respeto a la dignidad de la persona y sus derechos inalienables, y es por esto que se presta especial atención al proceso de socialización que ocurre entre todos los miembros de la comunidad educativa, y se pretende orientar la formación de los niños y jóvenes hacia los valores y actitudes que posibiliten un desarrollo social más justo y equitativo (Pág. 44).

Los mismos autores citan la declaración de la UNESCO en el documento el futuro de la educación hacia el año 2000 el cual especifica que la educación debe:
Promover valores para incrementar y fortalecer: el sentimiento de solidaridad y justicia, el respeto a los demás, el sentido de responsabilidad, la defensa de la paz, la conservación del entorno, la identidad y la dignidad cultural delos pueblos, la estima del trabajo (Pág. 71).Ramos, M (2000) enfatiza que la educación
como proceso social tiene que responder a las características de la sociedad en la que está inscrita. Es necesario fortalecer los valores comunitarios y cooperativos, lo cual exige que se prepare integralmente a la población. Así mismo especifica que “las soluciones no tienen que ser sólo técnicas sino que tienen una dimensión ética porque está en juego el destino del hombre” (Pág.121). Además, puntualiza que:

La dimensión ética implica que los individuos necesitan un grupo de valores que orienten su comportamiento social en un mundo cambiante, enfrentar los problemas con sentido ciudadano, con autonomía personal, conciencia de sus deberes y derechos y sentimiento positivo de vínculos con todo ser humano comprometido en la búsqueda de una sociedad más justa y solidaria(Pág. 122).

Las ideas antecedentes sobre la educación en valores, denotan su valía en todos los ámbitos de la vida de los seres humanos. Vida que es posible, gracias a la satisfacción de necesidades vitales, de naturaleza biológica, psicosocial y espiritual, indispensables para mantenerla. Por consiguiente, la educación en valores representa el medio propicio para la formación de la persona, en todos los aspectos vinculados con la vida,
entre los que prevalece el cuidado a la salud. Esta aseveración exige concienciar, que el cuidado a la salud es un determinante sustantivo para favorecer el mantenimiento de los mecanismos homeostáticos de índole biológico y psicosocial, capaces de enfrentar y superar los retos que nos plantea la dinámica de la vida; en nuestra relación con un mundo circundante y en permanente transformación.

Por consiguiente; se requiere reconocer e introyectar, que la salud como valor está presente en nuestra cotidianidad y ha de protegerse siempre, mediante acciones autocuidadoras vinculadas a estilos de vida saludables. Bajo esta visión valorativa de la salud, indudablemente, cada persona en condiciones de autonomía y libertad, puede y debe asumir el compromiso personal de autocuidarse para promover y mantener su estado de salud y bienestar; así como también responsabilizarse de buscar la ayuda profesional pertinente, cuando una situación desequilibrante lo amerite.



102 Año 2007 / Vol. 1 / Nº 7. Valencia, Enero - Junio 2007
¿Para qué educar en valores? ● Berta Guevara / Amarilis Zambrano de Guerrero / Ani Evies ● PP 76-86





EL DESAFÍO DE SER PADRES EN EL SIGLO XXI

Educar en Valores. Los padres como modelos
   PROGRAMA EDUCAR EN VALORES. LOS PADRES COMO MODELOS



1.- DESCUBRIMOS LOS VALORES
- ¿A qué nos referimos cuando hablamos de “valores”?
- La importancia de los valores en el desarrollo de las personas y de las sociedades y para la convivencia.
- Valores universales y valores culturales.
- Los derechos humanos y los derechos de los niños.

2.- BASES PARA EDUCAR EN VALORES
- Los valores como guía para desarrollarnos y asegurar un mundo mejor para todos:
 La primera base: la expresión de emociones y la empatía con nuestro hijo.
 La segunda base: la bondad de los límites o reglas.
 La tercera base: el respeto a la diversidad o cómo dejar “ser”.
- Ser bueno tiene ventajas...
- La compasión y el respeto dependen del desarrollo de una sana autoestima.

3.- LOS PADRES COMO MODELOS Y MOLDEADORES DE VALORES
- Aprendemos más imitando a aquellos que amamos y admiramos: la importancia de ser coherentes con nuestros hijos.
- Desarrollo y práctica de valores esenciales para la vida. ¿Cómo transmitirlos?
 A través de la atención, interés y empatía por nuestro hijo.
 A través de los sentidos y los sentimientos.
 A través de los hábitos diarios.
 A través de la organización del tiempo.
 A través del juego y de los cuentos...

EDUCAR EN VALORES. LOS PADRES COMO MODELOS
Educar es lo mismo que poner motor a una barca... hay que medir, pesar, equilibrar...
...y poner todo en marcha.
Para eso, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino... un poco de pirata...
un poco de poeta... y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar mientras uno trabaja, que ese barco, ese niño irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia los puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada. Gabriel Celaya

El desafío de ser padres en el siglo XXI

Este precioso poema nos anima a educar a los niños con dosis de responsabilidad, paciencia, y esperanza,
para enseñarles y guiarles hacia la autonomía personal.
Pero también se requiere conocimiento. ¿Qué hacer y qué no hacer? ¿Qué decir y no decir? ¿Cómo conseguir preparar a los hijos para vivir su propia historia y que logren convertirse en adultos independientes y felices en una sociedad plural?

Una de las mejores enseñanzas que se les puede ofrecer a los hijos es la educación en valores. No nacen
siendo buenos o malos, sino que necesitan a los padres para desarrollar su moral.
Ya nadie lo duda: sólo se puede educar en valores. No hay educación neutra. Desde el principio de la vida,
los valores están presentes en nuestra interacción con los demás y se construyen poco a poco. Y es en familia donde se aprenden los primeros gestos, las primeras palabras, los primeros pasos y el primer concepto de nosotros mismos, del mundo. En ella se aprende a amar, a confi ar, a compartir, se adquieren valores.
Educar en valores no sólo es mostrar lo que nos parece bueno. y lo que no, sino también hacia dónde debemos dirigirnos: la persona que queremos ser y el mundo que queremos construir. Son las normas de conducta, de convivencia, las que regulan lo que es bueno y malo para las personas, constituyen la base de la defensa de los derechos personales, y son necesarias para integrarnos en la vida social. Los valores nos orientan en la vida, nos hacen comprender y estimar a los demás. Son nuestra brújula.

Y aunque los niños aprenden en la escuela, la calle, los libros, los medios de comunicación (televisión,
radio, internet…), la familia es el núcleo esencial de conocimiento, una vía principal de transmisión de valores.
Los padres son el mejor modelo. Son el ejemplo que hay imitar, y deben ser no sólo un ejemplo sino UN
BUEN EJEMPLO. Los niños hacen lo que ven, hacen TODO lo que ven, y por eso el gran reto es EDUCAR CON EL EJEMPLO.

Los valores son necesarios para la convivencia social, imprescindibles para que sea equilibrada y pacífi ca.
Si queremos que los hijos actúen, se comporten, de un modo adecuado y educado socialmente, tenemos un
reto: nosotros, los adultos, tenemos que vivir y sentir los valores para poder transmitirlos con fi rmeza,
coherencia y sobre todo con corazón desde edades muy tempranas.


1. LO QUE LOS PADRES NECESITAN SABER
Los padres son los modelos principales de referencia. Deben poseer los valores que intentan enseñar. Deben “practicar” y vivir aquello que intentan transmitir.
Los valores se construyen a través de la interacción con los hijos: hay que dedicarles tiempo, jugar con ellos,
prestarles atención.
Las pautas de conducta, los modelos de aprendizaje, los ejemplos que se van a imitar son las formas cómo se comportan los padres ante situaciones cotidianas, positivas y/o adversas, cómo se enfrentan en su vida, cómo es la relación de pareja…
Los adultos utilizamos mucho expresiones como: “esto está bien…”, “esto no se hace…”, “esto no se dice…”
Y, sí, hay que hablar, pero sobre todo hay que actuar, demostrar con el ejemplo cotidiano qué se debe hacer para que la convivencia sea mejor entre las personas.

Se enseñan valores, pero también antivalores, qué debe hacerse y qué no.
Un clima familiar afectivo de seguridad, confi anza y respeto, desarrolla un buen aprendizaje en el niño.

El modelo de educación familiar condiciona los valores aprendidos. Un estilo autoritario afectará sobre todo
a la autoestima, pero un estilo permisivo no proporcionará límites claros ni la posibilidad de desarrollar
competencias básicas. Es necesario un estilo de educación asertivo, seguro, que permita un buen desarrollo
emocional y cognitivo de los niños.
La familia, por tanto, es el núcleo donde se inicia la construcción de los valores más importantes. Si se viven
en ella se podrán interiorizar, aprender y practicar. Desarrollar el respeto hacia los demás, enseñarles a dialogar, a cooperar con los otros, son hábitos que les ayudarán a convivir y conseguir una vida de mayor satisfacción, vivir con un mayor bienestar y satisfacción para sí mismos y para la sociedad.
RECORDAR: La familia educa más por lo que hace que por lo que dice.

2. LO QUE LOS PADRES NECESITAN PRACTICAR
Todos los padres quieren que sus hijos sean felices, saludables, buenas personas. Ayudarles a conseguirlo es
un proyecto difícil y complejo, pero también apasionante. Requiere de paciencia, tiempo y mucho amor por
los hijos. Es necesario desarrollar cualidades para poder acometer esta compleja tarea.
Coherencia. Los padres deben ser coherentes con lo que dicen y hacen. Si existen contradicciones entre sus
palabras y sus hechos, estamos creando confusión y difi cultad.

Consistencia. Tiene que existir una regularidad en lo que proponemos. Si planteamos una cuestión como
relevante y sólo se práctica ocasionalmente es difícil interiorizarla y convertirla en una pauta de conducta.
Firmeza. Las normas y límites deben ser estables y claros. Pero, sobre todo, deben transmitirse con autoridad (no autoritarismo), cariño y respeto.

Autocontrol emocional. La forma en cómo se maneja la ansiedad, el enfado, la ira, y la manera de reaccionar en situaciones adversas o difíciles, son puntos clave para educar. Por eso hay que saber mantener la calma.

Expresividad emocional. Las emociones muestran lo que es importante para las personas. Debemos ayudar
al niño a reconocer sus emociones, a nombrarlas, y a gestionarlas. Y para ayudarle tenemos que poseer una
buena comunicación afectiva: contacto físico, caricias, abrazos, palabras ajustadas a su edad –entonación y
contenido-. La expresividad emocional ayuda y asegura al niño que le queremos. De este modo se sentirá
seguro, aceptado y valorado.

La empatía. Hay que construir un clima de comprensión es fundamental para la educación. Prestar atención
cuando los hijos expresan sus emociones, ponerse en su lugar, saber qué les pasa y transmitirles que se les
comprende. El niño aprender a relacionarse con los demás y a “convivir” de manera respetuosa y pacífi ca. La empatía es la base de la conducta social.

Mantener una buena relación de pareja. La comunicación en pareja, la resolución de los problemas, el tipo
de interacción, “enseña” el modo de amar, y es ejemplo de cómo interactuar con los demás.
RECORDAR: Sobre todo, hay que educar con corazón: si los hijos admiran y quieren a sus padres, seguro
que los imitarán.

3. EL DESARROLLO COGNITIVO MORAL DE LAURENCE KOHLBERG
La capacidad para juzgar la propia conducta y la de los demás, la comprensión y cumplimiento de reglas, el
comportamiento social ajustado y moral, depende en gran medida del desarrollo madurativo alcanzado. Por
eso es muy interesante conocer la evolución y desarrollo de la conciencia moral.
Kohlberg (1927-1987) fue discípulo del psicólogo y pedagogo suizo Jean Piaget. Estudió el razonamiento moral y distinguió una serie de fases de evolución de las ideas morales. Propuso que la evolución de la moral es lenta y se pasa de la heteronomía a la autonomía. Tiene un crecimiento progresivo y que se desarrolla en
diferentes niveles.

PRIMER NIVEL: MORAL PRECONVENCIONAL
La moral está gobernada por reglas externas. Se respetan las normas sólo por las consecuencias (premio o
castigo) o por el poder físico de quienes las establecen.

ESTADIO 1: Orientación al castigo y a la obediencia. Se obedece para evitar el castigo. El niño no sabe lo que está bien o lo que está mal, acepta la perspectiva de la autoridad y considera las consecuencias inmediatas y visibles de la acción, sin tener en cuenta las intenciones.

ESTADIO 2: Orientación al individualismo y propósito. Al considerar otros puntos de vista, lo “correcto” es
satisfacer las propias necesidades y a veces las de otros, pero desde un punto de vista material y práctico.
Aparece en el niño un sentimiento de reciprocidad: “Si yo hago algo por ti, tú debes hacer algo por mí”.

SEGUNDO NIVEL: MORAL CONVENCIONAL
Se caracteriza por la conformidad con las normas sociales, por la importancia de mantener un orden social.
Es un nivel moral en el que la sociedad pesa más que el individuo.
ESTADIO 3: Orientación al acuerdo interpersonal. La buena conducta es la que agrada o ayuda a los demás y es aprobada por ellos. Aparece lo que se entiende por conducta “normal”. Las buenas intenciones cobran importancia, se busca el agradecimiento de los demás tratando de “ser buenos”. Pero todavía no se abarca toda la complejidad de las relaciones sociales.

ESTADIO 4: Orientación a los sistemas sociales. Se tienen en cuenta también las leyes sociales. Lo correcto es cumplir con el deber y respetar las leyes para mantener el orden social.

TERCER NIVEL: MORAL POSCONVENCIONAL
La moralidad se ve determinada por principios y valores universales, lo que facilita criticar la moral de la
propia sociedad o grupo. Se defi enden valores y principios de validez universal y se considera correcta
moralmente la conducta que está de acuerdo con estos principios.
ESTADIO 5: Orientación a los derechos de la comunidad y los derechos individuales. Lo “correcto” se defi ne en términos de derechos generales. Las leyes son útiles, pero pueden modifi carse para mejorar. Cumplir con las normas es mejor para uno mismo y para los demás, siempre y cuando defi endan los derechos individuales.

ESTADIO 6: Orientación a los principios éticos universales. Lo “correcto” se basa en principios éticos elegidos por uno mismo, pero que se entienden y pueden aplicarse universalmente. Se trata de principios morales abstractos que trascienden las leyes, como la igualdad de todos los seres humanos o el respeto a la dignidad.

Cuando las leyes o convenciones sociales se oponen a esos principios pueden violarse en defensa de los
principios universales.

El sexto estadio de Kohlberg ha sido muy discutido ya que no es fácil encontrarlo en todos los sujetos. No
obstante, sus investigaciones ponen de manifi esto, una vez más, que la evolución moral se desarrolla de lo
más particular a lo más global, universal y abstracto. A partir de la adolescencia es cuando se inicia el desarrollo de una moral posconvencional.

4. LOS VALORES ESENCIALES
Existen multiplicidad de valores, y diferentes escalas o jerarquías. Dependen no sólo de la sociedad, sino
de cada grupo social, político o religioso y de cada familia o individuo. Que un valor sea preferente a otro
es fruto de la educación, del ambiente, de la historia o, incluso, de las circunstancias del momento. Y no
podemos imponer nuestra escala de valores a los demás ni tampoco educar sólo en unos determinados valores.

Necesitamos mostrar la mayoría de ellos para que los hijos aprendan y decidan su propia escala. Ese
es uno de los fi nes de la educación, ayudar a que los niños se conviertan en seres autónomos y libres, que
construyan su propia vida y que sepan pensar por sí mismos, elegir por sí mismos.
Los valores se entrelazan, y a veces resulta difícil establecer dónde empieza uno y dónde termina otro. ¿Se
puede educar para la paz y no valorar la solidaridad? ¿Ser tolerante y no ser respetuoso? ¿Facilitar la cooperación y no respetar la diversidad?
Pero algunos de ellos resultan imprescindibles y necesarios para la convivencia pacífi ca: el respeto, la compasión, la responsabilidad, la confi anza, la generosidad, el diálogo, la tolerancia, la justicia, la cooperación, la libertad, la paz.

Sólo queda la práctica, la enseñanza, que se puede llevar a cabo de muchas maneras: jugando, dibujando,
con cuentos, películas o historietas, con dilemas, frases inacabadas… Y también queda entender que no sólo los padres transmiten valores a los hijos, éstos también enseñan a los padres, les ayudan a mejorar, les permiten relacionarse con emociones y sensaciones que estaban perdidas y con algunas otras que aparecen por primera vez. Educar es construir y construirnos.

RECORDAR: Los hijos son el futuro de nuestra sociedad. Si queremos una sociedad justa, pacífica,
respetuosa, comprometida, nuestro compromiso está en la educación. Cumplir con este compromiso
requiere mucho tiempo, paciencia, constancia, mucho amor, pero tenemos toda la vida.

“Para un año, sembrad cereales. Para una década, plantad árboles. Para toda la vida, educad y formad a la gente”.
(Proverbio chino, Guanzi, 645 a.c.)




Disciplina inteligente y la educación en valores


Extracto de Disciplina Inteligente de Vidal Schmill
En un esquema de premios y castigos, lo importante es el premio y el castigo, no la conducta deseada; la conducta basada en valores.
 
Llegar a que un niño pueda auto-contenerse o auto-regularse, es un objetivo a largo plazo, pero si no se empieza por eliminar los premios y los castigos, este objetivo no se logrará nunca.
 
Las estrategias para eliminar los premios y los castigos y sustituirlas con un sistema de reconocimientos y consecuencias se fundamentan en la clarificación de valores, de otra manera seguiremos premiando y castigando a pesar de “rebautizar” como reconocimientos y consecuencias las mismas estrategias condicionantes.
 
En posteriores artículos profundizaré sobre estas estrategias para eliminar los premios y los castigos, pero por el momento plantearé el punto de partida: los valores.
Los valores son el punto de partida, el medio y el fin del acto educativo.
Los valores son referencias fundamentales, profundamente arraigadas, que sirven para:
  1. Orientar las percepciones de la realidad.
  2. Jerarquizar las importancias relativas de lo que se experimenta.
  3. Tomar decisiones equilibradas.
  4. Evaluar la propia conducta y la de los demás contra estándares planteados por el propio valor.
Considero que estos cuatro puntos justifican, con mucho, la necesidad de desarrollar el tema de los valores para intentar que el niño o joven a educar pueda alcanzar el objetivo de la auto-contención, auto-regulación o auto-disciplina (como quiera llamársele), ya que sin una percepción modulada por los valores, sin una jerarquización de lo que se vive, sin una guía que equilibre las decisiones o sin un punto de referencia para criticar o auto-criticar la conducta, no puede existir este objetivo de lograr seres capaces de auto-corregirse y entonces auto-construirse.

El objetivo de la disciplina inteligente es lograr que los hijos o alumnos puedan convertirse a sí mismos en personas capaces de ser autónomos y constructivos para el entorno social en el que viven. Sin valores, es imposible.

Así que el problema de la disciplina no se limita al viejo debate de si debes ser firme o suave o equilibrar ambas variantes, en realidad es un problema de mucho más fondo, se trata de clarificar las referencias más básicas que modifican nuestra percepción del mundo y sus interrelaciones.
Intentaré hacer una introducción clara de proponiendo una serie puntualizaciones sobre algunos conceptos que se usan comúnmente al hablar de valores, para que podamos tener un mismo punto de partida para intercambiar ideas.

No hay que confundir los valores con las condiciones indispensables para que los valores puedan ejercerse. Asimismo, tampoco deben confundirse con sus frutos.

Las condiciones indispensables para que los valores puedan existir son factores que sin ellos no hay posibilidad de seguir adelante.

Concibo como condiciones indispensables:
LA VIDA - LA LIBERTAD - EL AMOR
Tal vez haya otras, pero creo que para empezar con estas condiciones es suficiente.
La Vida no es un valor, es una condición superior a los valores ya que sin ella, no hay nada más, simplemente no se existe, y al no haber Vida no hay nada más de qué hablar.

La Libertad no es un valor, es una condición intrínseca a los valores para que puedan ser ejercidos por la voluntad de un Ser Humano, sin esta condición no hay posibilidad de elegir si ejerzo un valor o no, por lo tanto, al no haber Libertad no puedo hablar de auto-regulación porque siempre habrá una voluntad superior que me regule.

El Amor no es un valor, también es una condición superior a los valores ya que sin él, no tendremos la posibilidad de considerar a los demás o de cuidarlos o de desear aplicar un valor para beneficio propio o de otros. Sin Amor, no hay disposición de la voluntad para construir, por lo tanto, los valores no podrán tener sujeto a quien dirigirse.

Las condiciones indispensables para existan los valores, les dan sustento, punto de partida y posibilidad de aplicación y no deben ser confundidas con los valores.

Para fines prácticos educativos, es mejor reducir el número de valores que se pretenden inculcar pues de otra manera, se corre el riesgo de confundirlos con sus frutos o conductas resultantes.

Los valores más fundamentales que comúnmente he encontrado en todas las instituciones educativas con las que he trabajado (cerca de 100) son tres, sin que esto signifique que sen los únicos o los “mejores”, simplemente son los que he encontrado de mayor aceptación, y ellos son:

EL RESPETO - LA RESPONSABILIDAD - LA HONESTIDAD
Si existen la Vida, la Libertad y el Amor, podrán existir el Respeto, la Responsabilidad y la Honestidad.

El siguiente problema es tener una definición para cada uno de estos valores que pueda ser explicada y utilizada con facilidad en el ámbito familiar y escolar, no una definición que compita con los grandes filósofos, o que te apruebe un asesor de tesis profesional, sino una que pueda entender un niño de primaria (quien es nuestro sujeto objetivo) y que un(a) maestro(a) o padre de familia no dedicado a estudiar estos temas a profundidad, pueda explicar, ejemplificar y modelar con facilidad.
Si quieres educar en valores deberás primero hacer el esfuerzo por definir estos tres valores, cubriendo los siguientes requisitos:
  1. Debe ser una definición clara, precisa y concisa.
    Que no exceda los tres renglones, sin “cantinflear”, ni poner ejemplos en ella.
  2. Debe ser una definición realmente, no un refrán o dicho popular.
    Tampoco debe usarse la misma palabra para intentar definirla (“Responsabilidad es responsabilizarse de lo que te corresponde”)
  3. Debe ser una definición explicativa, sin usar sinónimos. (“Honestidad es ser derecho”)
  4. Debe ser una definición que pueda entender un niño de primaria media (9 - 10 años)
Esta edad se usa como una media para poder, a partir de esta definición, elaborar explicaciones, ejemplos, modelajes, etc. para niños más pequeños y para adolescentes.

El requisito más difícil de cubrir será el mencionado en el inciso D anterior.

Empieza por esto y verás lo difícil que es hablar con simplicidad sobre un tema tan complejo. Si realmente haces este ejercicio, primero de manera individual y luego con tus colegas educadores o con tu pareja, intercambiando ideas para llegar a una definición unificada, te darás cuenta que la mayoría de los adultos nos la pasamos hablando mucho a los niños y a los jóvenes sobre valores pero sin tener la claridad conceptual requerida para explicar, ejemplificar y modelar las conductas derivadas de estos valores.

Verás que tus ideas se alinearán a estos conceptos guía. Observarás que muchas de las conductas que creías que eran valores en realidad son frutos de ellos; por ejemplo:
  • La Tolerancia es un fruto específico del Respeto.
  • La Solidaridad es un fruto específico de la Responsabilidad.
  • La Amistad es un fruto de la Honestidad y el Respeto.
  • La Puntualidad es un hábito que refleja el Respeto y la Responsabilidad.
Y así podremos derivar una gran cantidad de hábitos y conductas deseables que se derivan de estos valores básicos.

Las virtudes pueden entenderse como conductas continuas, basadas en estos valores, que se realizan de manera tan permanente que aparentemente pasan a formar parte de la personalidad de alguien. Alguien virtuoso, es alguien que no sólo es congruente con sus valores, sino que es consistente con ellos a lo largo del tiempo en la mayoría de las circunstancias en las que tiene que tomar decisiones.

Para finalizar esta introducción al tema de la Disciplina Inteligente en relación con los Valores, deseo sugerirle a los padres de familia y educadores que las mejores estrategias para inculcar valores son:
  • Estructura. Crear una estructura de horarios y rutina de actividades clara y predecible, tanto en el hogar como en la escuela.
  • Hábitos. Repetir cuantas veces sea necesario las acciones que se desean se conviertan en hábito.
  • Modelaje. Mostrar ejemplos en uno mismo de aplicación de los valores como una forma de conducta cotidiana. También pueden mencionarse ejemplos de otras personas que se conducen de acuerdo con los valores mencionados.
  • Refuerzo. Felicitar al niño por conducirse de acuerdo con los valores en situaciones reales y específicas. Asimismo, platicar con él sobre estas conductas aplicadas por otras personas.
  • Reflexión. Cuando el niño se comporte de manera contraria al valor que se desea inculcar, especificar el efecto que produjo y propiciar que él mismo se vea en la posición de quien afectó. Cuando sufra el efecto negativo él mismo, también se debe hacer una reflexión sobre el valor en cuestión que, al no ser aplicado, produjo el dicho efecto adverso.
  • Reparación y cierre. Cuando un niño produce un efecto negativo en otro, vale la pena siempre buscar junto con él la forma de repara el daño o la ofensa y ayudarlo a que lo haga, cuidando que dicha reparación sea realmente proporcional a la magnitud del acto cometido y además, una vez reparado se debe cerrar la experiencia y no volver sobre lo mismo una y otra vez.
  • Cuando un niño comete una falta, los dos efectos más importantes a evitar son:
  • La impunidad del acto causada por minimizar un daño y justificar indebidamente al niño.
  • El resentimiento derivado de sancionar exageradamente un acto que no merecía una reacción o un acto de represalia mayor al que la importancia del propio acto merecía.
La Disciplina Inteligente debe medir la importancia de la falta para poder aplicar la consecuencia proporcionalmente y así propiciar la responsabilidad, el respeto y la honestidad.



1 comentario:

  1. Nos damos cuenta que como docentes tenemos una ardua labor, donde la formación y reafirmación de ellos depende del trabajo colaborativo de todos, Así mismo es importante reconocer que en casa se inicia la educación en valores y los hijos aprenden lo que hacen los padres, en casa pasan más tiempo que en la escuela y los padres deben saber que sus hijos necesitan una buena educación para poder tener un buen futuro

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